Caer en el juego de que se aburre en clase y que no colabora por ello es un callejón sin salida.
En algunos centros les avanzan de curso pero eso suele convertirles en personas soberbias y desadaptadas.
Nadie debería de mirar por encima del hombro a nadie.
Desde mi punto de vista lo más adecuado es que aprenda a convivir con su superdotación.

Debe prestar sus mejores servicios al resto de la clase sin convertirse en el típico empollón.
Y sufrirán una intensidad emocional de mayor profundidad que otros niños.
Su complejidad pasará por diferentes fases pudiendo ser hipersensible unas veces y totalmente dominante otras.
Su sentido acusadísimo de la justicia no soportará fácilmente nuestra hipocresía social y tendrá fases explosivas en las que no sabrán cómo actuar.

Flaco favor le harán con evasivas o con frases huecas como: “No te preocupes cariño. Todo está bien”.
El sentido innato sobre la vida y la muerte bullen en su interior de formas que aún no es capaz de racionalizar.
Pero si sienten que les están engañando, darán tres pasos hacia atrás.
En grafología, el niño superdotado ha demostrado tener dotes de liderazgo.
Hay que implicarle directamente a buscar soluciones reales a sus problemas para hacerle comprender que es un personaje único en este mundo.
Motivarle en una idea prácticamente inverosímil pero acertada puede hacerle cambiar completamente.
Ahora tiene una lucha que llevar a cabo.
