Con una cuidada caligrafía bastante cargada de guirnaldas, la hija predilecta de Freud trataba de fomentar un ambiente propicio.
Quería intercambiar contactos sociales.
Sabemos que su padre a veces tenía un carácter difícil.
Pero esta mujer se guiaba por ideales propios.
(barras de las “t” sobrepasando el palote vertical).
Por la curiosa formación de la letra “D”, de rasgos cuadrados, más bien rectangulares, diríase que se encontraba como encapsulada en una lucha de poderes referente a su propia experiencia familiar.
Casi de seguro se dejó influir por las teorías del psicoanálisis.
Podía ser perfectamente capaz de improvisar en su trabajo adelantándose a hipótesis todavía no formuladas.
(Puntos de las “i” con tendencia al avance junto a una “L” sin ningún tipo de bucle superior).
Al no separar el nombre del apellido, hay que observar que lo escribe como un todo sin mediar la mayúscula correspondiente, reafirma la seguridad y el orgullo personal de ser quien era.